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Por lo general buscamos que la persona sea consistente en su manera de pensar, hablar y obrar, unido a la convicción de que nuestro tesoro estará bien resguardado, haciéndose también imprescindible poder percibir que esta confianza es recíproca.
Pero cuando hablamos de poner nuestra confianza en Dios, se añaden otros factores, pues unida a la fe, debemos tener la suficiente humildad para reconocer nuestras fallas y en cierto modo hacernos como niños que confían de manera plena en sus padres. En muchas ocasiones he escuchado a personas decir que tienen miedo a la voluntad de Dios, sin darse cuenta de que ésta está siempre dirigida a nuestro bien. Ya lo dice Jesús en el evangelio “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?” (Mateo 7,11). Por lo tanto es necesario ejercitar nuestra confianza en la Voluntad del Padre.
Al confiar en su voluntad, aprenderemos también a confiar en su amor que es mayor que todos nuestros pecados juntos, incluso de aquellos que nos parecen tan terribles que creemos que no pueden ser perdonados. Nos ayudaría a entender esta realidad el saber que nuestro Padre nos ama de una forma incondicional pues siendo Amor, nunca se cansa de esperar nuestro regreso. Su amor siempre será mayor que nuestros muchos pecados y en virtud de su Misericordia, siempre está deseoso y dispuesto a perdonarnos.
Finalmente debo citar al salmista que proclama: “Dichoso el hombre que confía en el Señor. Es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita” (Salmo 1) Sabemos que para Dios no hay nada imposible, por lo tanto si confiamos en que Él todo lo puede, nunca seremos defraudados por su bondad y misericordia. En la vida de cada uno de nosotros seguramente hemos experimentado momentos en que nos sentimos sin salida ante un precipicio, ese mismo es el mejor momento para abandonarnos con confianza en manos de Dios, por esto te invito a: “Probar y ver que bueno es el Señor” (Salmo 34,8).
¡Vive Su misericordia, construyamos fraternidad!
@enticonfio2012
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