Es común escuchar a propios y extraños decir con frecuencia “te quiero” o “te amo”, y probablemente en la mayoría de los casos esta expresión sea una manifestación de algo mucho más profundo que un simple decir. El amor no es solo un sentimiento, es una decisión, una opción de vida que tiene unas manifestaciones concretas en lo cotidiano. Me viene a la mente una frase que suele repetir quien en otro tiempo fue mi párroco: “obras son amores, y no buenas razones”.
Resulta curioso ver cómo estamos continuamente en búsqueda de amor, todos necesitamos ser y sentirnos amados de una manera plena, y aunque nuestros seres queridos puedan demostrarnos y darnos amor, siempre habrá carencias que nadie logrará llenar. Y es que hay vacios que sólo Dios puede llenar, pues él nos conoce mucho mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos, él entiende lo que somos y así como somos nos ama de manera plena e incondicional.
Y ¿cómo nos ha demostrado Dios ese amor? San Juan nos dice en su evangelio: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn. 3,16).
Ante esta frase del evangelio quedo casi sin palabras, pues creo que lo encierra todo, sin embargo creo que hay algunas cosas que merecen ser señaladas. Todos conocemos bien el pecado original y las consecuencias del mismo: la muerte y el sufrimiento para todos los seres humanos, llevando a la humanidad en muchos casos a llegar a situaciones extremas de injusticia y pecado. Pero Dios que no quiere la condenación eterna del hombre, se entregó a sí mismo para rescatarnos del pecado y llevarnos de la muerte a la vida; y esto lo hizo de una manera extrema, pues tomó nuestra condición humana encarnándose en el seno de una Virgen, para mostrarnos el amor del Padre.
Los evangelios nos relatan con exactitud cómo Jesús vino a perdonar nuestros pecados, curar nuestras enfermedades, cargar a las ovejas descarriadas sobre sus hombros, iluminar a los que estábamos en las tinieblas, resucitar a los muertos y entregarse como verdadero alimento de vida eterna. Pero ese amor alcanzó su máxima expresión cuando siendo inocente cargó con nuestros pecados, padeció y murió para luego resucitar y abrirnos definitivamente las puertas del Reino.
En este año de la Misericordia tenemos una oportunidad especialísima para aceptar ese grande y tierno amor que es capaz de llenarnos de manera plena y hacernos felices a pesar de las muchas tormentas que podamos tener en nuestra vida.
¡Vive Su Misericordia, construyamos fraternidad!
@enticonfio2012
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