sábado, 23 de julio de 2011

TUS PECADOS TE SON PERDONADOS

Seguramente todos hemos experimentamos situaciones que nos llevan a vivir una profunda sensación de soledad, muy especialmente cuando nuestra autoestima es duramente castigada por el desprecio o molestia de los demás, unido al sentimiento de culpa. En distintas ocasiones me he encontrado con personas que viven una profunda tristeza por sentirse miserables e indignos del perdón de Dios, y esto me hace preguntarme ¿por qué alguien puede pensar que Dios no lo puede perdonar?

Las razones pueden ser muchas, pero creo que la principal es el no tener referencias o vivencias reales del amor de Dios. San Pablo nos dice que lo que más se parece al amor de Dios, es el amor de una madre, y esto me hace recordar la cantidad de veces que he visto a una madre aceptar, perdonar y amar con especial cuidado a aquel hijo que le causa más problemas o que actúa en contra de sus deseos. A pesar de lo descarriado que pueda estar un hijo, la madre siempre busca lo mejor para él, lo cuida y protege aunque el mismo sea culpable de cosas que pueden parecernos terribles. Y es que para ella ese hijo siempre será su niño, al igual que lo somos para Dios.
Él está siempre dispuesto a perdonarnos, de hecho envió a su Hijo Unigénito para que tengamos vida en Él (Juan 3,16-18), pues no desea nuestra condenación sino nuestra salvación eterna. Por lo tanto no existe un pecado tan grande que Dios no pueda perdonar. Para recibir este perdón sólo hacen falta ciertas condiciones: arrepentirnos de corazón, confiar en Su misericordia, hacer el propósito de no volver a pecar y perdonar a nuestros hermanos “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mateo 6,12).
Quizás la mayor dificultad para aceptar el perdón de Dios está en que es un amor tan grande, auténtico e infinito, que nuestra razón es incapaz de abarcar y comprender. Estamos acostumbrados a que si somos buenos, merecemos cosas buenas, pero si somos malos, merecemos cosas malas; pero Dios nos ama y perdona sin distinción ni restricción a ricos y pobres, a buenos y malos. Quisiera terminar citando una frase del evangelio que encierra parte de esta grandeza: Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. (Lucas 15,7).
Eres un hijo amado de Dios, no rehúses vivir el gozo de saberte amado y perdonado por Él.

¡Vive Su Misericordia, construyamos fraternidad!
@enticonfio2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario