El anhelo de ser felices se encuentra presente en cada persona sin importar su condición social, cultural o religiosa, y ante la falta de referencias cercanas sobre lo que esto significa, muchos buscamos la felicidad en bienes materiales, placeres, poder, diversión, y un sinnúmero de cosas que “parecen felicidad”.
Sin embargo son muchos los que recurriendo a lo que piensan que puede ser la felicidad, una vez obteniendo lo deseado se dan cuenta de que aún hay algo que no termina de llenar sus expectativas y por lo tanto no se sienten felices.
La felicidad está íntimamente relacionada con el poder experimentar el verdadero amor que te lleva a la libertad interior; San Agustín experimentando la autenticidad del amor de Dios exclamó: “Ama, y haz lo que quieras”. Y es que los frutos del amor son claros, bien lo dijo Jesús en el evangelio “un árbol bueno no puede dar frutos malos, y un árbol malo no puede dar frutos buenos”(Mateo 7;17).
San Pablo nos ilumina sobre las características del amor: “El amor es paciente y bondadoso; el amor no tiene envidia, orgullo ni arrogancia. No es grosero ni egoísta, no se irrita ni es rencoroso; no se alegra de la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” 1Corintios 13, 4-7. Para poder amar, necesitamos experimentar el verdadero amor, entendiendo que no todo a lo que hoy en día le decimos amor, realmente lo es.
Si tenemos la fortuna de experimentar ese Amor Misericordioso del Padre, a través de su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo, como consecuencia viviremos felices a pesar de las adversidades y el sufrimiento, pues “¿quién podrá separarnos del amor de Dios?”(Romanos 8,35). Ante esta unión íntima que llena el alma, somos transformados en la medida que aceptamos la voluntad de Dios, y sin hacer nada mas extraordinario que vivir el amor, nos vamos haciendo imágenes vivas de Dios, pues un fruto natural e inevitable de esa unión es la santidad.
Todos estamos llamados a vivir la santidad, y la Iglesia como madre nos presenta la vida de hombres y mujeres que como nosotros fueron débiles y pecadores, pero que abrieron su corazón a Dios y decidieron vivir la alegría de la comunión íntima con Él.
Si nuestras vidas son transformadas por el amor, también lo serán nuestra familia, nuestra sociedad y el mundo entero. ¡Vive Su Misericordia, construyamos fraternidad!
@enticonfio2012
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