jueves, 27 de octubre de 2011

EL DON DE LA FE


En el artículo anterior mencionamos que la fe implica el fiarse  de Dios, y al contemplar las muchas corrientes que ofrecen de manera cada vez más diversa en qué creer, y analizar la respuesta de la gente ante esas nuevas ofertas, es fácil deducir que existe una gran necesidad de creer en Él. Pero ¿Cómo podemos saber que aquello que me ofrecen como Dios es cierto y digno de confianza?

La respuesta a estas pregunta es extensa, pero gracias al “Depositum fidei” (Depósito de la fe, confiado a la Iglesia por el mismo Jesús) sabemos  que Dios se nos ha revelado a los hombres desde el principio de la creación, en un primer momento a través del orden natural de las cosas y en un segundo momento a través de los profetas, llegando a revelarse plenamente en Jesús.

A través de la historia Dios fue confirmando las palabras reveladas a los profetas con las acciones personales e históricas que fue experimentando su pueblo; por ello aunque no todo el pueblo podía ver y hablar con Dios directamente, creía en Él pues experimentó la grandeza de su misericordia a través de los profetas.

 La plenitud de esta revelación ocurre con la encarnación del Verbo, es decir de Jesús. Es él quien nos muestra de manera más perfecta lo que hasta el momento había sido revelado, y con su palabra y acción nos demuestra que es el Hijo de Dios que vino a liberarnos de la esclavitud y de la muerte, para darnos vida en abundancia (Juan 10,10).

En consecuencia la fe es la respuesta del hombre ante la revelación que Dios ha hecho de sí mismo, es decir, el hombre decide de manera consciente y voluntaria creer en Dios y en la  Palabra que Él ha revelado.

El Depositum fidei es “el patrimonio de fe que, confiado a la Iglesia, exige ser transmitido por ella fielmente y explicado sin errores. A este depósito de la fe pertenece la Palabra de Dios escrita, los dogmas, los sacramentos, la moral y el ordenamiento jerárquico constitutivo de la Iglesia. Este comprenderse la totalidad de las riquezas y de los bienes de la salvación, entregados a la Iglesia, y que ella comunica a los creyentes, actualizando sus contenidos con admirable prudencia, a fin de hacer inteligible, creíble y fecundo el patrimonio inmutable de verdad, saliendo al mismo tiempo al encuentro de las exigencias y de los interrogantes de los hombres y de los tiempos” (Constitución Apostólica Fidei Depositum).

Así los creyentes podemos tener la certeza de cuál es la verdad revelada, agradezcamos al Señor el maravilloso don de la Iglesia, obra de su Misericordia que nace precisamente de su costado en la Cruz cuando brotaron la Sangre y el Agua.

¡Vive Su Misericordia, construyamos fraternidad!
@enticonfio2012

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