Quién no ha escuchado la frase “la esperanza es lo último que se pierde”, y es que la gran mayoría de nosotros de una manera o de otra tenemos profundamente arraigada la convicción de que después de cualquier situación difícil y dolorosa, vendrá algo mejor.
Para todos los bautizados esta esperanza tiene una connotación muy particular, y es que nuestra confianza va mucho más allá de los límites comunes, pues la misma está puesta en Dios. Para el cristiano es una virtud que está íntimamente relacionada con la fe, a través de la cual tenemos la certeza de que auxiliados por la Gracia de Dios y su Misericordia podremos afrontar las dificultades de esta vida, y salir victoriosos de las mismas. Pero también y sobre todo, significa que a pesar de nuestra condición pecadora y nuestra debilidad, Dios nos brindará su auxilio para un día poder alcanzar la Vida Eterna en su presencia.
El mensaje de la Divina Misericordia entregado por Jesús a Santa Faustina está íntimamente vinculado a la vivencia de esta virtud. Durante la Consagración del Santuario de la Misericordia Divina en Polonia, el Beato Juan Pablo II dijo “fuera de la misericordia de Dios, no existe otra fuente de esperanza para el hombre”.
En nuestro entorno podemos conseguirnos con muchos hermanos que heridos y derrotados por el peso de sus errores, sienten que no hay posibilidad de perdón para ellos. De igual forma los apóstoles de Jesús en una ocasión confundidos y temerosos ante la posibilidad de alcanzar la salvación le preguntaron “y ¿quién se podrá salvar?” (Marcos 10,26), a lo que el Señor lleno de amor y misericordia les contestó “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todo es posible para Dios” (Marcos 10,27).
Jesús nos muestra al “Padre misericordioso y Dios de toda consolación” (2 Col 1,3), que no desea la condenación eterna de sus hijos, sino su salvación. El mensaje de la Misericordia Divina va dirigido a todos los hombres y mujeres sin distinción alguna, Jesús quiere que sepamos que aunque nuestros pecados “sean como la grana, cual la nieve blanquearán” (Isaías 1,18) pues su misericordia y compasión son mayores que nuestros errores.
“Es preciso que la invocación de la misericordia de Dios brote de lo más íntimo de los corazones llenos de sufrimiento, de temor e incertidumbre, pero al mismo tiempo, en busca de una fuente infalible de esperanza” Juan Pablo II.
Santa Faustina escribió sobre la misericordia de Dios de esta forma: “Oh sumo atributo de Dios omnipotente, tú eres la dulce esperanza de los pecadores” (Diario 951). Abramos pues nuestros corazones a esta “dulce esperanza” y pongamos toda nuestra confianza en Él, para repetir incesantemente “Jesús, en ti confío”.
¡Vive Su misericordia, construyamos fraternidad”
@enticonfio2012