lunes, 23 de abril de 2012

LA MISERICORDIA Y LA COMUNION FRATERNA


La extraordinaria experiencia que tuvimos el domingo de la Misericordia, permanece en nuestros corazones como una fuente abundante de alegría, gozo y fraternidad. Sin lugar a dudas nuestra ciudad quedó positivamente desconcertada, al contemplar una multitud como nunca antes vista, caminar en torno a nuestro único Señor, Jesús que nos brinda y ofrece su Misericordia, llevándonos al encuentro con Dios Padre de Misericordia.
Los testimonios que hemos recibido han sido muchos y variados, desde la súplica amorosa de una madre que ruega para que  su hijo consiga trabajo, hasta  curaciones instantáneas que podrían considerarse milagrosas.  Sin embargo este año ha sucedido algo que ha llamado poderosamente nuestra atención, y es que pareciera que esta gran fiesta ha sido un medio eficaz para comenzar a construir el deseo de Jesús: “Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17,21).
La masiva participación del pueblo cristiano en esta manifestación de fe, es sin lugar a dudas un signo evidente de esperanza, pues en esta caminata multicolor llena de alegría y gozo, pudimos observar la participación de niños, jóvenes, adultos, ancianos, enfermos, autoridades civiles, cuerpos de seguridad, clero, e incluso hermanos de otras confesiones de fe distintas a la católica.
Al observar esta hermosa realidad, cabe la pena preguntarse: ¿quién es capaz de lograr algo tan maravilloso como esto? La respuesta es muy sencilla, sólo Dios puede congregar a su pueblo produciendo los frutos que esta gran fiesta ha producido.
No deja de impresionarnos el hecho de que a pesar de ser una celebración multitudinaria, todos hayamos podido experimentar el gozo verdadero que surge del encuentro íntimo y personal con Jesús, de hecho me atrevo a afirmar sin temor a equivocarme que al igual que los apóstoles que fueron llamados uno a uno por su nombre, quienes vivimos esta experiencia de comunión fuimos también invitados por el mismo Jesús para encontrarnos con su Misericordia en este día glorioso.
La comunión fraterna es un fruto que sólo puede producir el Espíritu de Dios, y me atrevo a afirmar que el gran milagro del Domingo de la Misericordia no fue la masiva participación del pueblo, sino los lazos de hermandad y fraternidad que lograron tejerse en ese día. Caminamos como el pueblo de Dios, sin distinción de condición social, preferencia política o confesiones de fe.
Que Jesús no concede la gracia de ser un pueblo fiel a su amor y vivir la comunión fraterna para que podamos ser testigos de su resurrección.
¡Vive su Misericordia, construyamos fraternidad!
@enticonfio2012

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