sábado, 6 de agosto de 2011

¿ES POSIBLE LA RECONCILIACIÓN?

Vivimos en medio de una sociedad donde la egolatría y el hedonismo son propuestos como formas ideales de vida, lo que en muchos casos nos lleva a desestimar el valor de la convivencia fraterna a nivel personal, familiar y social.

Pero ¿cómo puede una persona, grupo o sociedad caminar hacia un desarrollo sano y pleno, donde el bienestar común sea su máxima premisa?  Evidentemente la respuesta es muy compleja, pues los factores a considerar son muchos pero lo que no puede negarse es que cualquier solución debe pasar por el proceso de la vivencia de la reconciliación en sus distintas dimensiones.

Ninguna persona es capaz de desarrollar sus máximas potencialidades mientras viva en conflicto consigo misma, de igual manera ningún grupo o sociedad puede alcanzar la armonía necesaria para su desarrollo si no son capaces de reconciliarse y aunar conocimientos y esfuerzos que redunden en el beneficio de todos.

Por lo tanto es necesario en primer lugar, hacer un reconocimiento de nuestras virtudes y defectos, de tal forma que estando conscientes de nuestra realidad podamos sentar las bases para buscar una solución que supere el egoísmo y nos haga capaces de aceptar al prójimo como semejante respetando nuestras diferencias. Esto nos ayudará a comprender las situaciones y causas que nos han llevado a vivir un conflicto, de lo contrario es muy probable que optemos por culpar al otro de manera unilateral.

Evidentemente los conflictos sólo podrán ser resueltos si existe la voluntad para hacerlo, así pues es importante ser autocríticos para reconocer con honestidad si en la situación que llevó a la fractura de la relación,  hay elementos que fueron aportados por mi manera de proceder. Se trata de reconocerme a mí mismo, y reconocer al otro, haciendo un particular esfuerzo por superar la emocionalidad, para dar paso a un proceso de sanación de las heridas y superación de odios y rencores. Es innegable que sólo puede darse la reconciliación verdadera si somos capaces de perdonar.

Como escribí en el artículo anterior, esto no significa que debamos exponernos de nuevo a situaciones potencialmente peligrosas. La reconciliación ha de llevarnos a vivir en armonía con nosotros mismos y con nuestros hermanos, deponiendo los intereses personalistas y en muchos casos renunciando a un bien para alcanzar otro mayor.

 Es necesario reconciliarnos entre hermanos y reconciliarnos con Dios, tender puentes en vez de levantar muros que nos separen, para poder alcanzar el bien común que derivará en el bienestar de todos.

¡Vive Su Misericordia, construyamos fraternidad!

@enticonfio2012

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