En el evangelio Jesús nos muestra
la condición necesaria para heredar la vida eterna: “No todo el que me diga:
Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de
mi Padre que está en los Cielos” (Mateo 7, 21). Pareciera ser una amenaza, pero
en realidad es una invitación a vivir el gozo del cielo desde nuestra vida
mortal, pues quien vive unido al Padre, vive de manera anticipada y como por
destellos de luz la alegría de estar unido al Padre.
Muchas veces nos preguntamos,
cuál será la voluntad de Dios en
nuestras vidas, y Jesús es muy claro al respecto: “que todo el que vea al Hijo
y crea en él, tenga vida eterna y que yo lo resucite el último día” (Juan 6,
40). Creer en Jesús no es simplemente decir que tenemos fé, asistir a misa o
hasta rezar todos los días, creer en Él significa también creer en su palabra y
en consecuencia actuar en nuestra cotidianidad.
Dicen que las personas que han
logrado vivir en ésta íntima unión con Dios, no temen ni a la muerte ni al
juicio, pues ya viven la certeza del que ama y confía plenamente en su
Padre. Sin embargo en el evangelio de
San Mateo, capítulo 25, Jesús nos ofrece de manera muy clara cuales serán las
preguntas que al momento de presentarnos ante Dios nos van a hacer para poder
entrar al cielo.
El cristiano tiene el deber de
practicar las obras de misericordia, las que lamentablemente son desconocidas
por la gran mayoría de nosotros. La Iglesia como madre y maestra nos enseña que
existen 14 obras de misericordia, 7 corporales y 7 espirituales.
Las obras corporales son: dar de
comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar albergue
al peregrino, visitar al prisionero, visitar al enfermo y enterrar a los
muertos; y las obras espirituales son: corregir al que se equivoca, instruir al
ignorante, consolar al afligido, soportar con paciencia los errores de los
demás, perdonar toda injuria, orar por los vivos y por los muertos y dar
consejo al que lo necesita.
Jesús dijo a Santa Faustina:
“exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mi. Debes
mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de
hacerlo, ni excusarte, ni justificarte”.
En la próximas semanas estaremos
profundizando en lo que debe ser nuestra vivencia como cristianos y la
edificación del Reino de Dios en medio del mundo.
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