Todos en algún momento hemos atravesado situaciones particularmente difíciles, que nos provocan un inmenso dolor y que en muchas ocasiones pueden llevarnos a experimentar estados depresivos.
Pareciera que el sufrimiento es una constante en la vida de la mayoría de nosotros, y es que ¿quién puede decir que nunca ha sufrido? Todos atravesamos momentos de dolor como la pérdida de un ser querido, la separación de quienes amamos, la traición de aquellos en los que hemos confiado, el daño provocado por terceros, o lo que es más doloroso aún el no aceptarnos y amarnos como somos. En algunos casos hay quienes además de cargar con el rechazo de quienes ama o de la sociedad, cargan con el inmenso peso de despreciarse de sí mismos.
Es por eso que al poner la atención en el mensaje de Jesús de la Misericordia, no me deja de sorprender de forma especial cuando dice a Santa Faustina: “Di a la humanidad doliente que no quiero castigarla, sino que deseo sanarla y abrazarla a mi Corazón Misericordioso” (Diario 1588).
Del sufrimiento podemos obtener grandes enseñanzas que nos ayudan a crecer y ser mejores personas, o podemos sumirnos en el rencor, el resentimiento y un sinnúmero de sentimientos negativos que nos llevarán a seguir sufriendo. El sufrimiento del cristiano no es en vano, al igual que San Pablo podemos decir: “Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col. 1,24).
Cierto es que a veces el dolor puede llegar a ser tan intenso y profundo que sentimos que nos somos capaces de superarlo, y efectivamente en mas de una ocasión necesitaremos del apoyo de quienes nos aman, y hasta la ayuda de profesionales de la psicología o psiquiatría, pero lo mas importante es saber que en nuestro dolor, nunca estamos solos.
Dios siempre está a nuestro lado, a veces en silencio, otras veces hablando con claridad, pero en todo momento unido a nosotros, pues nunca estamos mas unidos a Jesús, que cuando estamos también crucificados con él.
Si Jesús desea sanar nuestras heridas, esas mismas producidas por el pecado, así pues abramos nuestros corazones y experimentemos el alivio que genera el bálsamo de su misericordia en nuestras vidas, y aprendamos a ser misericordioso con todos los que sufren, como él lo es con nosotros.
¡Vive Su Misericordia, construyamos fraternidad!
@enticonfio2012
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