domingo, 4 de septiembre de 2011

SANANDO LAS HERIDAS...

En el proceso de sanación de las heridas interiores, además de buscar sanar las producidas por la relación con nuestros padres, es necesario también sanar nuestra relación con Dios y con nosotros mismos.

Frecuentemente culpamos a Dios de las cosas malas que nos ocurren, lo que en ocasiones podría ser una evasión de nuestras responsabilidades ante acciones o decisiones tomadas, o transferencia hacia Él de las malas experiencias que hayamos tenido al relacionarnos con personas que asociamos con Dios. También es frecuente culparlo de las acciones u omisiones de otros, de situaciones que forman parte del ciclo normal de vida o por no habernos concedido algo que le hayamos pedido.  Todas estas situaciones van creando en nuestro interior un profundo y peligroso resentimiento contra Dios.

Quizás sería conveniente acotar que todas estas heridas surgen por no haber tenido la oportunidad de experimentar de manera auténtica el amor de Dios, y aunque parezca contradictorio Él comprende nuestra realidad interior mucho mejor que nosotros mismos.  Por lo tanto es muy conveniente para nuestra salud interior disponernos con toda honestidad a examinar si Dios es realmente culpable de aquello que le endilgamos y con toda seguridad nos daremos cuenta de que no es así.  Si en alguna ocasión nos damos cuenta de que su voluntad no es igual a la nuestra, debemos abrir nuestros corazones para comprender que Él siempre nos concederá lo que es mejor para nosotros aunque en el momento no lo comprendamos, y con esta disposición decidir renovar nuestra relación con Dios.

Y finalmente es necesario aprender a perdonarnos a nosotros mismos, pues hay muchas personas que viven atormentadas por errores que cometieron, estancando sus vidas en un pasado que no tiene futuro.  No quiere decir que tengamos que tomar los errores a la ligera, sino mas bien arrepentirnos de ellos y tomándolos como experiencias, aprovecharlos para nuestro crecimiento intelectual y espiritual,  lo que nos debe ayudar a ser mas compasivos y comprensivos con nuestros hermanos que al igual que nosotros cometieron algún error.

Para la sanación de todas estas heridas contamos con la Gracia de Dios, que nos es dada a través de los sacramentos, especialmente de la confesión, la comunión y la unción de los enfermos, también con la oración y meditación personal; pero en algunos casos debido a la complejidad y profundidad de las heridas, también es necesario acudir a la ayuda profesional, que nos puede ser ofrecida por psicólogos y psiquiatras.

Los recursos para alcanzar la curación de estas heridas están a nuestro alcance, sólo es necesario que tomemos la decisión y nos comprometamos en un proceso que es lento, progresivo y permanente, pero que al final nos llevará a ser mejores personas.

¡Vive Su Misericordia, construyamos fraternidad!
@enticonfio2012
EQUIPO ARQUIDIOCESANO DE ANIMACIÓN PASTORAL

No hay comentarios:

Publicar un comentario